1
Roberto camina a paso seguro por las calles húmedas
esquivando el frió y las miradas de la gente. Las luces de neón iluminan su
rostro con ganas de acariciarlo y las ofertas de cada esquina esperan capear el frió en sus bolsillos.
Roberto luce como el tipo de persona que hace que tu madre
te tome más fuerte de la mano. Es el mito urbano, una foto en la INTERPOL, un
mujik ruso y general de ejército. Él lo
sabe y por eso camina seguro. Carga sobre sus hombros un abrigo negro de cuello
alto y de su mano izquierda cuelga una boLsa del mismo color que se balancea a
su paso. Tapa sus pensamientos con la gorra adherida a su abrigo y cubre sus
ojos de las miradas de la gente. En su bolsillo interno, cerca del corazón,
está Ella, como atajo a su memoria, memorias tatuadas en el corazón y latiendo
en la piel. Ella conocía más que el mito, humanizo a la bestia resucitando la
carne. Ayer, cargó sus penas y limpios sus pecados. Hoy, ella es la carga en el
vaivén de una bolsa negra.
2
- - Es el día veinticuatro del doceavo mes y los
niños miran por la ventana. Dos criaturas, símiles en proporción, esperan
ansiosos a un hombre enorme, rojo y cubierto de canas. El creador de sus fantasías
oníricas.
Feliz navidad les desea Karl Marx.
Solo Leandro rió.
Luciana es una mujer que entiende al mundo fuera de sus
sentimientos. El amor es una piedra preciosa que vive en su pecho y su razón es
el cuarto oscuro donde revela las fotografías de la realidad. Se acompaña de
gente para compartir la soledad y la locura golpea de vez en cuando su puerta. Su calor impregna las habitaciones pero ningún
ser humano ha sobrevivido a él. Es por
eso, que es ella, su mejor amiga, su única
confidente y su único diario de vida. Luciana estudia los lunes, miércoles y
viernes. Luciana sabe más por lo que piensa que por lo que lee. Los martes
imagina historias sobre la gente en las plazas y los jueves duerme veinte horas
para abrazar la miseria y llorar hasta la catarsis. Los viernes aparece
radiante y con ideas frescas.
Leandro es un muchacho escuálido de cabeza gacha, ojos
enormes coloreados como el café que te despierta por la mañana. Es un universo
interno. Vasto, enorme y siempre en expansión. Nació de una explosión y se extinguirá
en una. Su madre cuenta orgullosa que no lloró a su nacimiento, solo observo el
lugar, los actores y luego se decidió por el pecho materno. Algunos parientes afirman
que durante el embarazo su madre lloró todo lo que el derramaría durante toda
una vida. Su padre, un adicto, se colgó
un día veinticuatro del mes doce pagando la condena de su única violación. Leandro sin saber porque, le aterran la
navidad, las drogas y la violencia.
Ambos comparten espacio los lunes, miércoles y viernes. Saben
que ocupan el mismo aire, pero nunca cruzaron palabra alguna. Ella está en
frente y el atrás, siempre en una distancia áurea y divina, como en la repetición
de pi en las flores. Los metros que los separan en el mundo mortal demuestran el
sarcástico humor del gran arquitecto, dos almas para pertenecer, el sol dentro
del universo, la luz en la oscuridad creada para formar belleza en movimiento,
belleza única que regala la armonía para mortales, rodeándose eternamente como
muerte a la vida.
Hoy es viernes. La noche del jueves Leandro soñaba vívidamente
con la paz que le producía abandonar todo y volar sin destino ni curso, sentir
las nubes en la cara y ver el vapor condensado romperse a su paso, conocer al mundo desde arriba donde nada podía dañarlo. Una nube negra que decidió esquivar, cubrió repentinamente todo de rojo, que
comienza a caer junto con el hacia la tierra. En su camino por volver a la paz,
desciende al océano, mas allá de cualquier vida posible, allí es donde
encuentra calor, allí vuelve a la tranquilidad. Es despertado de golpe cuando
un pájaro intentaba atravesar su ventana. La alarma no activada le da diez
minutos para llegar a su clase de viernes. Por su cabeza esta enfrentarse a
hechos que no han ocurrido. La ansiedad instantáneamente lo inunda. En cuatro
años nunca se hizo visible en un aula. Todo el paso por esa pieza de ocho
metros cuadrados, estaba contemplado como un pago para poder dejar el nido de angustia
que lo envolvía desde niño. Enfrenta entonces la decisión de volver al sueño,
pero recuerda la evaluación final y con toda la ansiedad que lo carcomía decide
salir. Iba en camino a enfrentarse al primer recuerdo emocional de su vida.
Luciana vivía de trabajos esporádicos. No tenía muchos
gastos, pero se sentía en deuda con su abuela, una acaudalada viuda de general,
que la había recibido en la ciudad para estudiar. Ellas dos habitaban una casa
de ocho habitaciones junto con seis gatos. Luciana era alérgica a ellos, pero
aguantaba sus estornudos por respeto al miedo de morir en soledad de su abuela.
La muchacha creaba pequeños detalles para hacer el camino más lindo. Compraba flores
frescas que dejaba con el desayuno preparado todas las mañanas. Quitaba las páginas
de crónica roja del periódico y resaltaba noticias graciosas para que la abuela
reirá en su lectura matutina. Estos y otros pequeños rituales la hacían objeto
de incalculable afecto. Pero algo en su mente no podía conectar con ello, se sentía
una observadora de mercado, solo respondía generando un producto para la
necesidad observada. Aun así, ensayo durante tanto tiempo la cara de empatía y
agradecimiento, que nadie sospechaba de su desconexión con las emociones
humanas. Su vida estaba hecha para aprender humanidad mientras la enseñaba. La
noche de jueves leyó hasta tarde a su existencialista favorito y durmió a los
diez minutos de tragar su ampolla de tranquilizantes. Despertó fresca para
enfrentar cada viernes como hace cuatro años. Preparo los pequeños rituales
para su abuela luego salió al frio donde espero la puntualidad del tren, todo
calculado para hacer su aparición con la llegada del docente, saludarlo con
respeto y en sentarse en frente donde no podía sospechar el poco interese que
le causaba su monologo. No estaba en ningún cálculo realizado que desde ese
viernes marcaría su alma en la mente de otra persona.